viernes, 20 de abril de 2012

Ese beso


Aunque este no esté protagonizado por nuestro niño, ni por niños.


Si alguna de las situaciones que se habían pasado por su cabeza quería que se cumpliera, era justo esta, la que tiene en estos momentos.

Ella está delante, sus narices dejan paso la una a la otra, hasta que sus labios se paran milímetros antes de juntarse.

Su ojos se quieren encontrar, pero sus cabezas, las dos, impiden que eso pase. No dejan que sus miradas conecten, como eso pase, no habría vuelta atrás. El deseo ganaría, la pasión se desataría, todo contra lo que han estado luchando, ocurriría. La cuestión es que no sería una derrota.

-        “Te has parado” dice él. El hilo de aire que sale al pronunciar sus palabras no tiene otro destino que la boca de ella, se cuela entre sus labios.

-        “Si…No….”. Ella no acierta a decir nada más. Sigue peleando contra todo.

-        “No te preocupes, si tu no quieres no lo voy a hacer”. Los ojos de él se detienen, fijos en los de ella.

La cabeza no puede seguir con el movimiento, ambas miradas se juntan. Ya no queda escapatoria. Ella trata de resistir a sus instintos, no sabe si lo desea o no, pero mantiene el pulso.

Lleva tanto tiempo esperando este momento. Lleva tanto tiempo luchando por su vida sólo para esto, hace ya tanto tiempo que le quitaron la esperanza de vivir, que el sólo quería luchar por y para ella.

Ella no sabe nada, el siempre ha sufrido en silencio. Tantas confesiones pero no la más importante, no sabe lo que le queda en este mundo, no la quería hacer sufrir, mejor disfrutar de cada instante.

-       “Tranquila, relájate, no sufras. No vamos a hacer nada que no quieras”

-       “No puedo, no me obligues, sabes que no debemos”

-       “Déjame preguntarte algo. Si estuviera en mis últimos días, si esta enfermedad que te he ocultado me estuviera matando, entonces ¿me besarías?”


Silencio

Sus ojos, sus miradas ya son una. Una ligera lágrima comienza a salir de esos bellos ojos.

Ella empieza a comprender todos estos meses, esas ausencias, el no reconocerle. Se estaba muriendo y no quería decirla nada, no quería preocuparla.

Sus ojos están parados sobre los de el. Los empieza a cerrar, se está dando por vencida. Va a empezar a hablar, puede que para decirle que no.

-       “Quieta, no digas nada”.

Acerca su dedo sobre sus labios, ocupando el espacio que le separa de los suyos, en señal de silencio. Igual que la foto de la amable enfermera que lleva viendo tanto tiempo.

Silencio que no se acaba.

El esboza una leve sonrisa. Ni aún sabiendo que puede ser su último momento, ha conseguido ese beso que tanto anhela. No le importa. Por eso había estado tanto tiempo callado, no lo quería por pena.

Ella, en el fondo de su corazón, en algún lugar de su alma, tiene guardado ese beso. Pero no un beso de pena, de lástima, de último deseo de un moribundo. No, es ese tipo de beso el que tiene guardado para él.

El lo acaba de comprender, por eso sonríe, seguirá buscando el amor que acompaña a ese beso, no sabe por cuanto tiempo, pero lo seguirá intentando.

-       “Gracias por no besarme”.

Aproxima sus labios al dedo que les separa, y lo besa. Sus labios no llegan a rozarse, pero sienten esa presión que va directa al corazón.

No, no será el último beso que ninguno de los dos reciban, aun les queda por darse el primero, ese que los dos guardan y esperan.

Ese beso que no sale de la compasión, el miedo, la pena. Ese beso que se da cerrando los ojos y que para al resto del mundo.

Ese beso que quieres que empiece, pero que nunca acabe.

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