Y son cinco los
minutos que faltan para que llegue el próximo tren.
SOSIEGA.
Otra vez pronto
aunque en un inicio piensas que iba a ser tarde.
Primer error.
El segundo,
pensar.
El tercero,
hacerlo bien.
Empezamos la
tarde bien. Todo tremendamente divertido, mucho, muchísimo.
Abrir correo,
bien, muy bien, muy rico.
Seguir con el
sur, que parece que no tiene solución y va el ingeniero y se le enciende la
bombilla.
Qué después se
apague, la apaguen o la revienten ya no es competencia suya.
Cuestión curiosa
la de ser competente.
Cuarto error.
Merienda
temprana, no importa que corta. Queda poco trabajo y un previo que atender en
poco tiempo y un partido que el chaval quiere ver.
Quinto, sexto, séptimo
y octavo.
Hasta el
chocolate regalado, la parte de risas de día, se queda en el olvido, no pongo
noveno, pero me quedo con las ganas.
Vuelta.
Como quien oye
llover son tus intenciones pero digamos que la lluvia es más fuerte cuando pasa
de oído en oído y se convierte en tormenta. Y yo sin paraguas y con conciencia.
Noveno y décimo.
A correr, el sur
se termina. Esperemos que sea bonito, ya que no se ni lo que esperar.
La capital
espera.
Ruido de fondo,
no se ve. Y Telecinco esta vez no tiene la culpa, en el resto de ordenadores
hay pantalla libre, otros servidores. Vamos culpa mía.
Correos y más
correos.
A pesar de cómo empieza
y apurando, pues sí, este si va a ser el undécimo .
Undécimo error.
La cuestión es
que mañana no va a pintar mejor y como que no me apetece; el ingeniero se
encargará.
Duodécimo.
Y se acaba el día,
la sala sola, querer leer alguna cosa buena.
Decimotercer
error.
Disfrutadlo, sin
duda sois muchos mejores que yo. A las pruebas me remito. Yo hoy no estoy
sonriendo y eso que el ingeniero dice que está satisfecho. Sus cosas.
Decimocuarto, decimoquinto,
decimosexto.
Por enumerar y no
dejarlo sólo en GRAN ERROR este día… Por no seguir contando más.
Las cosas de
estar en su sitio y siempre dispuesto.
Culpa mía.
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