En la puta cara
me cierra el metro y la verdad es que gracia, lo que es decir gracia, como
otras muchas cosas, pues no me hace, pero ni pizca.
Llegar tirando de
sueños y recuerdos. ¿Sueño?, mucho. ¿Merecido?, sí. ¿Disfrutado?, por supuesto,
hasta el final.
Lo prioritario
deja de serlo y volvemos a los inicios, momento de demostrarse a uno mismo las
mejoras de la temporada. A ver cuantas décimas, segundos, minutos, horas o días
son capaces de restar y bajar.
Tirando de
correos en busca de esa entrada que tanta ilusión hace pero que no tiene buena
pinta.
Hablar del
positivismo y esas cosas; que suene el teléfono y las circunstancias se tornen
de esa manera que tan poco me gusta, que aborrezco y que me ha pensar en la
conveniencia de los cambios.
Pan comprado, y
mi sueño y yo nos vamos para casa a dormir, con esa frase en la cabeza y sin
discusión me acostaría hasta mañana, pero seguro que no es justo.
Antes de terminar
unas buenas palabras y agradecimientos a una señorita, luchadora ella, que sigue
caminando y acepta nuestra compañía qué, por alguna extraña razón, le encanta y
el resto tan contentos.
Por las palabras
que van y todas las que quedan
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