domingo, 15 de julio de 2012

Del 7 al 14 de Julio


Os voy a contar un cuento

-       “Despierta nieto, que ya es hora”.

Nuestro niño no lo entiende muy bien, tiene sueño, mucho sueño. Es Verano, está en el pueblo de Vacaciones, y llega un día que hay que despertarse temprano.

Nadie le aviso anoche, como cuando se sabe que al día siguiente hay que madrugar y como es un niño se tiene que ir antes a la cama, porque da igual la importancia de lo que esté haciendo, lo más importante es descansar. Y el obedece.

Pero anoche nadie le dijo nada, no recuerda que sea un día especial, de esos en los que las cosas importantes requieren llegar a algún sitio que está lejos, o preparar  muchas cosas que llevan su tiempo.

-       “Tengo sueño abuela”.

-       “Ven conmigo, vamos levántate que no llegamos, que tu abuelo ya está en el salón y ha puesto la tele”

¿La tele?, ¿a estas horas?, si aún no son ni las 8, a estas horas no hay dibujos animados.

Pero, sus abuelos no le van a despertar para nada malo.

Realmente, no entiende lo que está viendo en la tele. Un montón de gente en unas calles que tienen vallas de madera como si fuera un circuito. La mayor parte vestida de blanco y un periódico en la mano.

Tres cánticos que no acierta a entender, le piden algo a no se quien, y suena la palabra encierro. Alguien enciende un cohete, abre una puerta y de ella salen unos toros a la carrera. Algunos mozos se apartan pero otros, inconscientes ellos, esperan a la manada buscando un hueco para ponerse delante del toro.

-       “Mira hijo que carrera más bonita de ese, como se ha puesto en oda la cara del toro”.

-       “Y ese otro…”.

-       “Ay ay ay que le pilla”.

Sigue sin entender nada, se termina el encierro.

-       “Hijo, ¿quieres verlo mañana otra vez?”.

Su cabeza dice no, su cuerpo dice que tampoco. Se gira para contestar a sus abuelos, les mira fijamente.

-       “Si”.

Ha visto como estaban sus caras, la ilusión que tenían, las esperanzas de un SI. El compartir algo con su nieto.

Mañana se volverá a levantar, y pasado y al otro. Así desde el día 7 de Julio hasta el 14.

El año siguiente lo volverá a pasar con sus abuelos, y volverá a pedirles que le llamen para ver con ellos el encierro.

La edad irá haciendo mella en unos y otros, y no lo verán juntos, pero se seguirán levantando.

Cambiará la dulzura del despertar de su abuela por el histriónico sonido del despertador pero se seguirá levantando, y en la distancia sabrá que ellos están haciendo lo mismo. Hablarán por la noche y se preguntarán unos a otros si lo han visto, y la respuesta afirmativa hará que la sonrisa traspase la línea telefónica.

Las obligaciones, en el peor de los años, le obligaran a no verlo. Y creerá que la está olvidando un poco.

Al año siguiente, pasados dos del último que vieron juntos, sonará el despertador.

A nuestro niño le costará levantarse, sus obligaciones y horarios se han hecho adultos, pero no tendrá nada que ver con eso su falta de fuerzas. No han venido a despertarle, ha sido el despertador, y lo que le cuesta es saber que se va a levantar, no por ver el encierro, sino por recordarla.


Mañana no suena el despertador, hoy se ha entonado el pobre de mí.


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