domingo, 11 de noviembre de 2012

La mira


Os voy a contar un cuento

La mira, la puede notar tan cerca; o quizá quiere sentirlo así. Creer que puede tener el honor y el placer de disfrutar de ella.

La vuelve a mirar. En sus ojos se dibujan esas sensaciones que, al observarlos detenidamente, te dan la impresión de que cualquier cosa se puede conseguir; que nada lo podría impedir.

Otra mirada antes de partir.  Está tan cerca, se ve tan lejos.

Se marcha. La seguridad se torna en incertidumbre, en querer y no poder, en poder y no saber, en saber y no entender.

La mira, con la ilusión de un niño,  y se marcha.

La mira a lo lejos, a tanta distancia que ya casi la tiene que recordar.

Nuestro niño vuelve a casa, su memoria empieza a funcionar.

Han pasado alguna que otra por sus manos y por su vida. En ocasiones con esa ilusión parecida con la que miraba antes de llegar a casa, mientras se alejaba. Otras por pura insistencia y esfuerzo, aunque después no fuera para tanto.

Seguro que recuerda alguna que no necesitaba pero que el juego convirtió en real. Y no hay que descartar a las que nunca debió tocar.

Muchas de ellas forman parte de su corto pasado. Unas se rompieron, otras se perdieron. Las más están en el olvido, algunas no servían y las menos aún se mantienen para esos momentos tan necesarios.

No podría encontrar ninguna con la que al menos haya pasado un gran momento y no puede evitar que le salga esa leve sonrisa.

Algunas le han hecho daño; otras le han hecho alguna herida. Incluso le han dejado esas cicatrices que con el paso del tiempo sanan y curan pero que se mantienen presentes en los días fríos.

Pero ni por uno ni otro motivo se arrepiente.

Vuelve a pasar por delante, la mira, la vuelve a mirar, la quiere.

Las prisas y demás inconvenientes no le permitieron ni le permiten saciar su deseo, calmar su ansia, evitar que piense que con mirar no basta. Llenar su vida.

Pasan los días, no la olvida.

Hoy se ha decidido, avanza firme, no está en su lugar habitual, pero él no se da cuenta. Hoy no es día de mirar, toca actuar. No piensa si le está o no esperando, si se lo espera.

-       Perdona
-       Si
-       ¿Me puede dar esa peonza que hay en el escaparate?
-       Lo siento, se la ha llevado otro niño

Tarde, muy tarde, otra vez tarde.

Lección aprendida, no asumida.

No pierde la fe, toda esa que puede tener un niño. Encontrarla por el camino, ser mejor y ganarse ese rato que tanto quiere.

Que siga con esa ilusión, al fin y al cabo sigue siendo un niño, no le desilusionemos con la realidad todavía, para eso aún queda mucho tiempo.

Que siga girando y bailando como el lo haría.

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